Incluso en los días más grises, en las situaciones más desfavorables, en los momentos de tristeza, nos rodea la hermosura, y está ahí para nosotros, para alegrarnos, acompañarnos, ilusionarnos…ayudarnos a amortiguar y transitar el dolor.
Esta vivencia la experimenté hace algunos años, una larguísima mañana de espera, mientras operaban a mi madre y yo me dediqué a pasear pasillos y descubrir los jardines interiores del HUCA desde las ventanas de esos pasillos.
Cambiar la mirada, el modo de ver, de percibir, cambiar el foco de nuestra atención. Dejarnos “regalar”, de la belleza (del amor) que nos rodea. Sacar “de paseo” a nuestra tristeza (si es nuestra compañera del momento) y llevarla de la mano, como a una niña pequeña, y enseñarle a admirar, vivir, disfrutar la hermosura que también nos rodea.
Es algo que yo empleo en mi vida y me sirve. Los jardines, los parques, la naturaleza me da mucha paz, y muchas veces hemos salido yo y mi tristeza de paseo, y le he enseñado (me he enseñado a mi misma) a disfrutar a pesar de la tristeza. Me he descubierto admirando y disfrutando de “los jardines colgantes” de balcones y ventanas floridos (he empezado a mirar hacia arriba para verlos), los jardines de las plazas, las macetas de las calles… “bocanadas” de alegría, de belleza, de color a nuestro alcance. Pequeñas gotitas cotidianas de belleza que dan color “a la grisura” que nos pueda embargar. Sólo tenemos que saber mirar
Testimonio de Soledad Pozuelo Paje, voluntaria del Teléfono de la Esperanza en Asturias.